En mi país, cuando es descaradamente evidente que alguien está haciendo algo con intención mercantilista, simplemente por ganar dinero, se suele decir que “se le ve el cheque”. Sobre todo cuando intenta ocultar hipócritamente su intención primaria. Y, en este caso, los avances tecnológicos no ayudan, ya que no suena igual la frase “se le ve la transferencia electrónica”. Así que, aunque los cheques están de salida en nuestra sociedad, “el cheque” de la frase se ha mantenido inalterado.
A las marcas también se les ve el cheque. Mucho, en numerosas ocasiones. Es un proceso que a veces se me parece a una adicción. Como creativo planteas un contenido, aclarando que la presencia del producto en él tiene que ser “natural”. Más porque conceptualmente el producto y el contenido tienen sintonía en lo que quieren expresar, que por abuso de la presencia directa del empaque o los atributos numerados de la marca. El cliente, que entiende perfectamente estos argumentos, te dice que sí, que claro. Pero al rato empieza a ponerse rojo, ensimismado. Hay algo que pugna por salir de sus labios aunque trata de retenerlo. Pero como dije antes, es un proceso parecido a una adicción. Tú te das cuenta de que el cliente trata honestamente de no decir lo que quiere decir, lo que inevitablemente va a decir tarde o temprano, lo que finalmente escupe con una actitud entre vergüenza y alivio: “¿y si en ese momento, solo unos segundos, sostiene la lata en la mano y la mira sonriendo? Unos segundos… Y tal vez vemos en pantalla unos bullets, rapiditos, de 3 o 4 beneficios?”... (LEER MÁS)