mayo 31, 2011

Metrocircus, una respuesta.


Un buen amigo recién adquirido, Jose Urriola, tiene un Blog de divertidos y hermosos escritos de muy fácil digestión. El 27 de mayo escribió un post sobre los metros que ha tomado en su vida y en particular del metro del DF, que en este momento es el metro de la ciudad en que vive. Y me gustó tanto que le comenté como nunca suelo hacerlo: Casi haciendo otro post. Y no lo hago porque me parece que es como aprovecharse del público de un buen blog para demostrar "que tú también escribes". Remonté ese prejuicio personal y escribí largo (no tanto pero sí para mis parámetros prejuiciosos) y me gustó. Así que decidí aprovechar y darle la vuelta a la situación para deslastrarme del prejuicio: postear aquí mi respuesta, en mi blog, para que los que me leen a mí se vean impelidos a leerlo a él y así quedar tablas.
Dejo el psicoanálisis y los invito a leer el post: METROCIRCUS, de mi amigo Jose Urriola, y luego mi humilde comentario. Y después, vuelven al blog de Jose, ROSTROS DE VIENTO, y se leen todo lo demás.

Sin más preámbulos:

Yo estoy por obtener una maestría métrica en el DF. Casi diario lo utilizo y lo he vivido en verano e invierno,con lluvias de superficie y subterráneas, de noche y muy de mañana. Lo primero que me sorprendió fueron los cauchotes, que, realmente, le restaron encanto de inmediato porque no se vale. Como bien dices el metro es el tren de los que no tenemos esa belleza y si al tren sustituto le pones cauchos ya no es lo mismo. Es como usar moto con las 2 rueditas de infante atrás.
Y en tanta vuelta sí he visto leer mucho en el metro del DF. He visto lectores de pié apretujados entre gente y paquetes (confieso que no puedo, por mucho que me guste leer). He visto al fantasma del mendigo de Joselo, con paltó en trocitos sentarse a mi lado y varias veces al mismo loquito que habla con su compañero invisible, mirándolo (voltea la cara y enfoca al vacío) y no sólo le habla, que es loco pero entendible, sino que de pronto se queda mirando fijo, en silencio unos segundos y luego reacciona con risas o molesto porque este personaje no sólo habla solo, sino que le contestan.
Descubrí que el vagón gay es el último, hasta atrás (en México se ve que también "se conocen de atrás") y lo descubrí meses después de volverme habitual a ese mismo vagón, en mi caso por mañoso y por desinformado. Y me quedaron claras las miradas fijas y el desparpajo del jamoneo entre iguales.
Pero decidí comentar este post, no sólo porque me gustó mucho, sino por preguntarte, panita, si no te pareció el tren en sí, muy cuadrado y estrecho, además de naranja, si no sentiste que era como una fila de cajitas de fósforos puestas en vertical, si no tuviste de pronto la sensación de ser el intrépido volador y que tendrías que salir de la cajita en tu estación de destino con el traje cambiado, con casco y las antenas enrolladas para hacer una sola poderosa receptora de emisiones, subterráneas en este caso.