febrero 29, 2016

Netflix/Blim. Ser y parecer.

No ha podido caerme en las manos un mejor ejemplo de la lucha de neuronas que estamos viviendo en nuestros tiempos. Que no es una lucha de formatos o plataformas, atención, es una lucha más profunda, de entender qué fenómeno estamos viviendo en las comunicaciones. Que el asunto no es de maquillaje y ropita, sino que tiene que ver con una transformación de “espíritu”.
Todos saben lo que ha significado Netflix en el mundo de la distribución de contenidos. Y en el mundo del entretenimiento de públicos de todo el planeta. Una cosa no podría existir sin la otra y me explico: si el contenido de Netflix no tuviera la calidad que tiene y no fuera lo excelente que es y no tuviera el atractivo que tiene para millones de personas, nada habría pasado. Y si Netflix no hubiera invertido muchos millones de dólares en preparar su oferta de contenido original, además de los otros, seguramente no estaríamos hablando de ella.
Netflix pensó cómo podía adaptar su oferta al mundo digital y luego de invertir muchísimo dinero en contenido original decidió también adaptar la oferta de series de una forma que revolucionó el mercado: En el momento que lanzo la serie tienes todos los capítulos de la temporada a tu disposición...(Leer más)

febrero 24, 2016

Venezuela y la obsolescencia programada.


No quería escribir en este medio textos que hablaran muy particularmente del país donde vivo (Venezuela), tomando en cuenta que este es un medio digital y, por lo tanto, global.

Sin embargo, también me establecí como meta en estos artículos, hablar siempre desde la experiencia personal, jugar al concepto de las charlas TED y no referirme a conocimientos, propuestas o planteamientos sin dejar de presentarlos desde el aprendizaje mezclado con la experiencia personal.

Por eso sí voy a escribir hoy de Venezuela. Porque mi experiencia diaria personal transcurre en este país. Y Venezuela, en muchos aspectos... (Leer más)

¿Influenciador o Central de Medios?


Cualquier persona que en una red social logre aglutinar a cientos de miles o millones de personas en su cuenta, que lo siguen con alegría y lo aplauden y replican su ingenio o sus planteamientos es para mí digno de respeto sin distinción alguna. Puedo no estar de acuerdo con sus planteamientos o no parecerme tan geniales, pero los respeto y entiendo que es un gran trabajo lograr reunir a tanta gente que apruebe lo que dices o les guste o les parezca tan disparatado que les encante encontrárselo en su Timeline.

Yo no soy uno de ellos, por cierto. He tenido mis épocas de romperme la cabeza pensando por qué un tweet, para mí insulso, de golpe es retuiteado muchas veces y en cambio otros, muy trabajados y de los que digo: "este sí, quedó genial y le va a encantar a miles" entra en el torrente... (Leer más)

¿Necesito que un Banco me dé los buenos días?


No. No lo necesito, la verdad. No creo que nadie lo necesite. Ni las buenas noches tampoco. No hay ninguna razón para que unos tipos que tienen guardado mi dinero y ya, con los que intercambio información muy puntual y absolutamente práctica, se hagan los cálidos susurrándome cosas lindas con una fotico de un hermoso amanecer y un “el Banco “tal” te desea un gran día”, todos los días de todas las semanas del año.

Tampoco todo el mundo tiene que hablar de todo. Si eres un taller de reparación de aspiradoras, honestamente, no tienes por qué postear sobre la muerte de David Bowie. Tal vez el dueño del negocio es fan... (Leer más)

#MejorDesnudosQue


En abril del 2014 Venezuela ardía por los cuatro costados. Habían fuertes protestas en las calles y una más fuerte respuesta represiva y violenta de parte del gobierno "revolucionario". El primer día que las protestas llegaron a la capital, hubo muertos. Asesinados, porque no murieron en algún accidente provocado por los desórdenes. El 3 de ese mes vi en las redes sociales unas imágenes que me llenaron de indignación.

Un joven, en la Universidad Central de Venezuela, desnudo, tapándose como podía el pubis con las manos. Serio. Los hombros encogidos de vergüenza. Atrás un grupo de tipos encapuchados, con cascos de moto y franelas que los identificaban como afectos al gobierno. Entraron en la Universidad y golpearon a varios estudiantes por pensar diferente y los desnudaron. Les quitaron sus pertenencias y tuvieron que escapar y llegar a sus casas así, desnudos, como bien pudieron... (Leer más)

Clientes Análogos.


Todos los que tengamos más de 20 años hemos tenido que adaptarnos rápidamente a la velocidad del mundo digital. Eso no es nuevo. Le ha pasado a todas las generaciones mientras la raza humana ha ido ampliando sus fronteras con la tecnología y el entendimiento de su mundo. Mi padre no sabe manejar Twitter, no lo entiende. Pero cuando nació no existían ni las neveras ni los bolígrafos y los carros eran escasos y exclusivos. Y aún vive, así que el salto tecnológico que él ha tenido que dar es muy difícil de manejar. Pero ahí va.

Las marcas, también en esto se parecen a las personas... (Leer más)

Pre-Millenials


Hace unas semanas empecé a colaborar semanalmente con una Revista Digital. Un ejercicio de escritura constante y obligatoria que quería adquirir. En estas colaboraciones hablaré de mi experiencia como creativo publicitario y lo que ha sido el choque con la aparición del mundo digital.
Esta es Revista Robot, y éste es el primer artículo:


PRE-MILLENNIALS.

Nací en los últimos coletazos de la década de los 60. Hace un siglo (dirán muchos, aunque inexacto, pero casi). No usé cinturón de seguridad de pequeño en el carro, mi padre me fumaba en la angelical cara de 4 años sin ningún reparo y no tuve computadora propia sino hasta después de haberme graduado en la universidad (1992).

En el 90 empecé a trabajar en una agencia de publicidad y, a pesar de estar estudiando Comunicación Social, entré porque dibujaba. Eso, tener la habilidad de dibujar, con lápiz, a mano y ese tipo de cosas, todavía era tan valioso como para ayudar a colarme en el departamento creativo... (Leer más)

febrero 23, 2016

CON BORGES EN EL METRO.

Hoy a las 12.15 P.M. en un vagón de la línea rosada, en el trayecto entre Sevilla y Tacubaya, me tocó sentarme junto a un señor al que creí reconocer. De unos 75 años bien llevados. Elegantemente vestido con su traje gris y corbata negra. El pelo canoso engominado hacia atrás. Los ojos claros fijos al frente como si pudiera asomarse al vagón de más atrás. Me le quedé mirando sin disimulo hasta que logré incomodarlo, tanto que en un punto me tuvo que decir: “Espero que no se le haya perdido un viejo feo como yo”. Le dije que disculpara, que se me parecía mucho a alguien: “¿Nunca le han dicho que se parece mucho a Borges?”. El señor me mira con cara de tener la menor idea de qué estoy hablando, así que caigo en balbuceos para explicarme más de la cuenta: “Borges… Jorge Luis Borges… el escritor argentino, era así, más o menos de su estilo…” (logro arrepentirme a último segundo antes de soltarle que era ciego y embarrarla todavía más). Me sigue mirando con la misma cara de no entender nada y yo me quiero morir de la vergüenza. Me callo, paso el resto del trayecto regañándome mentalmente por estar mirando a la gente con semejante descaro y además intentar darles explicaciones.

El metro se detiene en la estación de Juanacatlán, el señor me hace señas de que se baja aquí. Cuando le cedo el paso, todavía con mi sonrisa avergonzada, el viejo me dice: espero que llegue usted a su casa bien, no se vaya a perder en las ruinas circulares o en el laberinto de Asterión.

Se abren las puertas, el hombre se aleja por el andén. Le miro apenas la nuca pero sé, lo sé, que se va riendo. 
Hoy me subí con Borges en el metro.

Textos: Jose Urriola. Ilustraciones: Ricardo Cie.

ACÉFALO EN LA ESTÉTICA.

Hoy a las 9.10 de la mañana, en la calle Plinio, pasé por enfrente de eso que antes llamaban peluquería pero que ahora prefieren decirle “estética”. El lugar se encontraba desierto a esa hora, excepto por una mujer que le secaba y peinaba rabiosamente el pelo a otra. Lo hacía con tal violencia que la cabeza de la peinada se tambaleaba, amenazaba con desprenderse en cada golpe de cepillo y cada ráfaga de aire caliente. Y en ese momento, justo cuando me pasaba frente al ventanal, ocurrió lo inevitable: la cabeza cedió y se levantó por los aires, salió volando desprendida del cuerpo. Sólo entonces descubrí que la víctima de la belleza era un maniquí; con su cara tan maquillada, su peluca de un color imposible -ahora sin vida, sobre el piso, dos metros más allá-, y ese cuerpo desnudo y acéfalo, todavía sentado en la silla, esperando que lo terminaran de peinar para ponerse a trabajar.

Textos: Jose Urriola. Ilustraciones: Ricardo Cie.

INFLUENCIAS DE LA REPOSTERÍA.

Hoy, 9:00 am en el Paseo de la Reforma, vi a una señora que tenía exactamente el mismo peinado que su perro poodle. Eran una obra de arte ambulante como hecha de azúcar y claras de huevo batidas, cosa que me dejó pensando en las influencias enormes que ha tenido la repostería en la estética.

Textos: Jose Urriola. Ilustraciones: Ricardo Cie.

LA REBELIÓN DE LOS OBJETOS INANIMADOS.

Acaba de ocurrir en la calle Newton: ante los ojos de todos los presentes en el lugar, a las 9:45, una bolsa plástica levantada por el viento se le fue directo a la cara a un tipo. Fueron largos segundos de batalla, confusión y angustia. Casi lo asfixia. El hombre tuvo que luchar con todas sus fuerzas y toda su desesperación. Cuando finalmente logró arrojar la bolsa asesina al suelo tenía la cara roja y en los ojos se le dibujaba el pánico en su forma más pura. Él lo sabía. Lo sabíamos todos. La rebelión de los objetos inanimados había comenzado. Quién sabe, a lo mejor ellos lo saben hacer mucho mejor que nosotros.

Textos: Jose Urriola. Ilustraciones: Ricardo Cie.

LAVADO.

Ayer, a las 4.25 pm, en la esquina de Orizaba con el Parque Río de Janeiro, me crucé con un “viene-viene” que se disponía a lavar un coche.  El tipo agarra un balde de agua oscura mezclada con jabón y tomando todo el impulso del mundo la lanza sobre el coche que será víctima de la limpieza. Pero es tal la fuerza con la que arroja el agua que ésta dibuja una curva imposible, le pasa por encima al auto y va a caer del otro lado justamente sobre la cabeza de un joven que pasea a su perro. El muchacho, muy educado –se nota que está en esas edades de la adolescencia en la que absolutamente todo nos da pena-, se hace el desentendido: “aquí no ha pasado nada” a pesar de que está escurriendo litros de agua de la cabeza a los pies. El “viene-viene” asume una actitud idéntica: “¿quién aventó ese balde de agua sucia? ¿Yooo?”. El único que ha reaccionado es el perro, tiene todo el pelo aplastado contra el cuerpo y del hocico le cuelga una baba jabonosa que se lame con la lengua enorme. El joven y su perro siguen su camino, el lavador de coches continúa su tarea sobre un auto absolutamente seco. Yo también sigo de largo, imperturbable, hasta que el perro decide sacudirse con furia justo cuando me pasa al lado. Me rocía de eso mismo que hasta hace segundos tenía chorreando del hocico… pero yo sigo derecho, como si nada. Es que es muy feo eso de ser el único que rompe con la armonía del lugar.


Texto: Jose Urriola  Ilustraciones: Ricardo Cie